Miércoles de ceniza.
El sabor de la sabiduría incipiente, se compara sólo con el ceniciento sabor del desamor consciente y despechado.
Todos tienen miedo. Todos se mueven con miedo. Miedo al fracaso, miedo al dolor, a la soledad, al miedo mismo.
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Eclipse lunar, espectáculo majestuoso, sagrado y puro.
Oscuro...
Siempre existirán las sombras mientras estemos de pie.
Eso es señal de que no mistificamos nuestra superchería congénita.
Ya toca purgar lo subconsciente.
Porque eso también se acumula, y satura memoria, y confunde realidades entre tiempos y planos físicos y/o virtuales.
Irrealidades de carne y hueso, boca y corazón.
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Música... siempre música (y todo lo que conlleva).
Van endureciendo las ideas, los problemas, las responsabilidades, los sentidos y demás.
Y ni hablar de la ignominia que son los malentendidos y la guerra de egos que viene por consecuencia.
"Casualmente", de terceras personas.
Y las malditas serpientes y los repugnantes demonios y escorias que las lenguas recelosas escupen sin detenerse a mirar sobre qué, o sobre quienes, hinchadas de vil ponzoña proveniente de la enfermiza cólera que carcome los corazones cegados por 1000 estúpidas razones.
La vida es demasiado corta como para perder el tiempo con engaños, perturbaciones y dolor.
No alcanza el tiempo para tanto. Se vive rápido y hay que seguir
a v a n z a n d o .
O por lo menos, esa era la idea.
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Cenizas somos y a las cenizas iremos.