Por la RIEMS —Reforma Integral de la Educación Media Superior—, "la filosofía ya no es materia básica en los planes de estudio del Sistema Nacional de Bachillerato." es una nota que apareció el pasado once de abril en la página de Milenio, escrita por Heriberto Yépez, filósofo y prolífico escritor tijuanense, conocido por muchos como un iconoclasta pedante de lo peor. Usted puede o no ser un detractor de Yépez, pero el tema central no es ése.
Si usted se pone a pensar tranquilamente, el sistema de competencias que ha venido utilizándose desde hace años en los diferentes niveles educativos responde a la necesidad de crear más y mejor mano de obra mexicana para poder entablar relaciones económicas con el vecino país del Norte —posteriormente con China—, esas nuevas posturas pedagógicas lo único que hacen es preparar al alumno para ser una máquina de trabajo, ser “competente” para el mercado laboral contemporáneo, si no cumple con ciertos requisitos humanos educativos —requerimientos técnicos, como de una computadora o cualquier otro electrodoméstico a fin de cuentas— no se le puede emplear en ningún lugar, mucho menos obtendrá oportunidades laborales más grandes, por lo tanto, no tendrá la oportunidad de desarrollarse ni como trabajador ni como individuo.
Ojala todos tuviéramos tiempo para pensar, para evaluar, reflexionar y alterar y mejorar la realidad que nos rodea, para esto sirven las humanidades, sobre todo en esta época cuando parecemos estar entrando en un punto ciego entre dos planos de desarrollo humano: lo racional y lo intuitivo. Por un lado la gente racional es rígida y metódica, sistemática y aburrida, características que se contraponen a lo intuitivo de las personas hedonistas y algo desobligadas, irresponsables y juerguistas, libertinos más que nada, que apoyan el placer inmediato y el culto a la personalización del ser a través de posturas fugaces —a veces de izquierda, políticamente hablando— que tienen al alcance gracias a la información banalizada por los fenómenos mediáticos.
Las humanidades juegan un papel fundamental en el desarrollo espiritual del ser humano, relegarlas a un segundo plano de la educación es condenar al país a la deshumanización. Desaparecer la Filosofía del sistema educativo medio superior es una manera políticamente correcta de enterrar el pensamiento humanista en México, que ya de por sí está bastante mermado y sufre de anemia grave. Si se empiezan a suprimir las materias como Filosofía, Literatura, Artes Plásticas, Historia, etc. con el tiempo también desaparecerán los planes de estudios superiores que abarcan dichas materias, porque no son funcionales y no tienen cabida en el mercado laboral mundial al que nos enfilamos a una velocidad vertiginosa. También es cierto, hay que aceptarlo, los jóvenes de nivel medio superior no están interesados por la Filosofía ni por otras humanidades, les aburre y lo consideran conocimiento fútil, y de alguna triste manera tienen razón ya que no existe verdadera aplicación para el pensamiento humanista, pero la solución no es desaparecer lo único que apenas mantiene ese eje de pensamiento para suplantarlo por educación totalmente pragmática, mecánica y “competente”, ¿por qué no dirigir los esfuerzos hacia el equilibrio de ambas partes para poder crear campos laborales en todos los aspectos?
Hace unos cuantos días tuve la fortuna de sintonizar en el televisor una entrevista con Lucy Virgen, directora de programación del Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2009, comentó el papel de los invitados para esta edición, uno de ellos fue Noruega, cuyas propuestas cinematográficas son diametralmente diferentes a las latinoamericanas. Kunsten å Tenke Negativt o El Arte Del Pensamiento Negativo es una comedia de humor negro e incisivo que fue presentada durante el Festival, según palabras de su director Bård Breien, la película refleja mucho el ánimo oscuro y negativo que vivió durante su filmación, lo hace a manera de expiación o paliativo para ese momento, reflexiona sobre sí mismo a través del plano visual narrativo. Por otra parte, en esta edición el foco de atención fue La Teta Asustada, una producción peruana dirigida por Claudia Llosa —película galardonada con el Oso de Oro en Berlín—, aborda una condición traumática en las mujeres de Perú cuando han sido expuestas a diversas situaciones de violencia, como el terrorismo del país sudamericano; la condición traumática es transmitida por la leche materna a la posterior generación. Lo anterior habla de la preocupación latinoamericana por evidenciar las condiciones humanas de pobreza, violencia y corrupción como fenómenos cotidianos que necesitan ser expuestos de manera masiva. Por otro lado, en las antípodas, las producciones noruegas presentadas durante el Festival se encauzan hacia otro tipo de cuestiones "más metafísicas, por así decirlo" según Lucy Virgen. La organizadora siguió comentando al respecto, planteó la posibilidad de acceder a una comprensión a través del cine, de las preocupaciones que aquejan a los diversos contextos humanos en la actualidad; mientras en Noruega, Suecia, Alemania y otros países europeos altamente desarrollados —económica y espiritualmente, podría decirse— tienen la comodidad de preocuparse por su condición humana y pueden reflexionar libremente al respecto por diferentes y múltiples conductos de expresión, no sólo el arte, acá en Latinoamérica nos preocupamos por el presente, por qué vamos a comer, por la crisis económica latente, por la violencia fuera de la casa, los asaltos el fin de semana a los amigos y conocidos, la colegiatura. Algunos otros tenemos la suerte de poder preocuparnos por cosas metafísicas —en ínfima medida comparados con los europeos— y artísticas, pero aún así no hay espacios para externar las reflexiones y manifestaciones artísticas, o si acaso los hay, no existe una plena disposición para entablar el diálogo, y todo aquél que se atreva a seguir ese camino parece estar condenado a vivir como un desempleado, incomprendido, angustiado y, en el peor de los casos, rechazado.
En este lugar y en muchos otros de Latinoamérica no existe la posibilidad de disfrutar plenamente de la condición humana porque tenemos que ser máquinas de producción al servicio de un sistema social del todo ajeno e impuesto por sociedades más desarrolladas, esas famosas y novedosas "competencias" parecen sólo estar destinadas a poder entablar relaciones económicas con los E.U.A., y así ellos compren mano de obra mejor capacitada para su desarrollo económico; desagraciadamente ese desarrollo económico, como ya bien sabemos, no se refleja en la espiritualidad colectiva del país vecino. Entonces, ¿cree usted que ir quitando silenciosamente ciertas asignaturas nos ayude en el plano colectivo a desarrollarnos espiritualmente a los de acá abajo? ¿Le gustaría a usted ser juzgado (a) por empresas extranjeras acerca de la competitividad y rendimiento que pueda ofrecerles? ¿Está usted conforme con la póliza de garantía que nos estamos imponiendo a nosotros mismos? Eso a lo que se le llama "competitividad laboral" no hace más que exacerbar la condición individualista del ser humano contemporáneo. El pensamiento no viene con garantía de por medio.
- Jesús Ricardo Hernández Olivas